En tus zapatos. De la catarsis a la empatía, o sobre cómo entendernos un poco mejor al impulsar gobierno abierto
Originalmente publicado en Medium.
Hace unos días celebramos en Argentina el Encuentro Regional de las Américas de la Alianza para el Gobierno Abierto. Quienes frecuentamos estos eventos sabemos que en la agenda encontraremos temas que directa o indirectamente son atravesados por conversaciones en torno a la transparencia, la participación y la colaboración. Nosotras decidimos desandar este tipo de conversaciones. ¿Qué tienen en común dos personas que trabajaban en sociedad civil y eran aliadas en campañas de incidencia en pos de la apertura gubernamental, y un tiempo después pasaron a desempeñarse en la misma agenda pero desde el otro lado de la mesa, en el sector público? Más de lo que imaginamos.
Así nació el taller “En tus zapatos. Cómo pasar de sociedad a gobierno (o viceversa) y encontrar el equilibrio perfecto”. Entre chats histriónicos y brainstorming en un gdoc, decidimos repensar cómo se hace gobierno abierto cuando “te pasaste” al otro lado del mostrador.
Si nos remontamos a diciembre de 2015, vemos que el recambio presidencial en Argentina se vio acompañado por un fenómeno significativo de “pase” de profesionales del ámbito de la sociedad civil a posiciones de gobierno. “Te pasaste” fue la frase que más resonó en diálogos y grupos de whatsapp y telegram. Sobrevolaba un aire de “traición” en el discurso hacia afuera, aunque en privado hubo reconocimientos al estilo “es una gran apuesta en un buen momento, podés marcar la diferencia”.
Esto no sucede sólo en Argentina, ni meramente en temas de transparencia y gobierno abierto. Ha venido ocurriendo en la región más a menudo de lo que pensamos, y plantea incertidumbres, desafíos y tensiones, que no siempre son sencillas de abordar. Por eso es que propusimos organizar un taller para conversar informalmente -y con una dosis importante de humor- con quienes atravesaron procesos de transición y vieron amigos devenir en “no tan amigos” y enemigos transformarse en colegas (en la visión más extrema, claro).
Apostamos a una sesión dinámica, descontracturada y sobre todo, participativa. Nos interesaba escuchar no sólo las voces de quienes hicieron esa “transición” de sociedad civil a gobierno y viceversa, sino también la de quienes se paran de un lado y del otro de la vereda. Por eso, una semana antes de la sesión socializamos una encuesta por Twitter, whatsapp, telegram y todas esa redes de activistas, practicantes, funcionarios que se desenvuelven en temas de gobierno abierto. Buscamos 3 tipos de testimonios:
1) de quienes cambiaron de sector, de gobierno a sociedad civil o en dirección opuesta;
2) de quienes se desempeñaron exclusivamente en sociedad civil; y
3) de quienes casi siempre trabajaron en gobierno u otro organismo del Estado.
Lo que dicen los números…
Increíble pero real: nuestro público meta fue bastante balanceado. Recibimos 85 respuestas (¡récord en una semana!), y prácticamente la mitad de ellas proviene de nuestra categoría 1?—?“quienes se pasaron” (de este universo, 20 encuestados/as se desempeñaba en sociedad civil y pasó a trabajar en gobierno, mientras que 23 realizó el cambio inverso). A su vez, podemos partir la otra mitad de la torta en dos y nuevamente vemos dos públicos bien delineados: 20 personas se identifican como gobierno, mientras que 22 como sociedad civil.
*No tenemos registro de quienes participaron efectivamente en el taller, pero damos fe de que al solicitar que alcen las manos quienes venían de gobierno/SC, vimos una sala en mitades cuasi perfectas.
Lo que dicen las palabras…
Un ejercicio muy revelador fue pedir a cada persona que indicara 3 palabras que asociaba con “sociedad civil” y también con “gobierno”. Este fue el gran disparador de la discusión in situ.
A primera vista, reconocemos que la sociedad civil se autopercibe como un actor que reivindica derechos en democracia y da voz a la ciudadanía, un agente activo que participa, defiende colectivos y controla al gobierno de turno. Esto no colisiona con la visión de gobierno sobre la sociedad civil, pues reconoce también que la proactividad del sector es necesaria y ejerce influencia en el sistema político. La pregunta que surge naturalmente es: ¿el financiamiento condiciona la independencia? ¿Es algo negativo?
La noción de “comunidad” también se destaca desde la visión del gobierno. Cierto sentido de que la organización y el trabajo en red es más probable y factible en el sector social que en la administración pública (probablemente esto nos esté diciendo más de cómo se trabaja en gobierno que de la propia sociedad civil).
Más bien el problema aparece cuando pedimos que definan gobierno. La visión compartida de una burocracia no conlleva una connotación negativa per se (podríamos citar a Weber al respecto), pero sí las adjetivaciones. Sobresale una percepción del gobierno como un ente opaco, oscuro, corrupto, lento, estancado, inflexible. Esto no sorprende si nos remontamos a una generalizada crisis de representación política, a la baja confianza de los latinoamericanos en sus instituciones (según Latinobarómetro -y para el año 2015- un 65% de las personas tiene poca o ninguna confianza en el gobierno, un número superior al registrado 20 años atrás, cuando se alcanzaba al 54,7%).
El principal problema que esto nos plantea es: ¿podemos trabajar con el ex colega como aliado cuando impulsamos políticas de apertura? La respuesta es sí (¡por suerte!). Pero vamos por partes…
Antes vale destacar que quienes cambian de sector no tiene una visión tan “pesimista” del Estado: aun reconociendo el verticalismo y la lentitud de procesos, admiten que es un lugar de impacto, servicio y responsabilidad. “Es el lugar para materializar cambios reales”, indican muchos con firmeza en la encuesta y en vivo.
Encendiendo motores
Si hablamos de motivaciones, aun cuando desde sociedad civil y gobierno se miren desde veredas distintas, ambos grupos sienten que desde su lugar están contribuyendo a los principios en los que creen, y que su trabajo es necesario para promover una mejor democracia.
Ahora bien, mientras que los “funcionarios” reivindican como motor el hecho de ocupar una posición en la que pueden materializar cambios reales, los “activistas” destacan la libertad que experimentan para establecer una agenda propia.
¿Pueden quienes pasaron a gobierno materializar cambios reales?
La buena noticia: prácticamente nadie ve como enemigo al que cruzó la vereda, por el contrario, encuentran en él o ella un aliado. En efecto, en los dos sectores resuena un discurso receptor de los aportes de sociedad civil al hacer política pública.
La mala noticia: “antes eras más chévere”.
Más allá de las subjetividades, quienes ven colegas pasar de sector quedan disconformes con su performance.
¿Cobardes, ególatras, conformistas? Aun cuando se reconoce que la visión aliado-enemigo es de extrema polarización, surgen respuestas interesantes sobre la visión del otro. Su desempeño dependerá de la posición (política) que ocupe y del contexto en el que se enmarque el cambio de roles, como también de la personalidad de quien “se pase”.
Ante todo, el principal obstáculo que reconocen los encuestados para trabajar en gobierno no depende de individualidades sino de la voluntad política (o mejor dicho la falta de).
Desde gobierno, la visión es más nítida: la sociedad civil tiene expectativas demasiado elevadas (en efecto, sociedad civil identifica que desde gobierno lo perciben como un actor “muy demandante”). Ello constituye una barrera para la colaboración: “se quedan con lo ideal en lugar de buscar lo posible”, se escucha en la ferviente audiencia. Si bien destacan el profesionalismo de los activistas de sociedad civil, surge la política: “no quieren embarrarse con la política”. Quizás esto coincida con la menor disposición de sociedad civil a trabajar en gobierno (que de quienes de gobierno admiten que les interesaría desempeñarse en el otro sector).
Nuestros protagonistas: los que “se pasaron”
La parte más interesante del taller fue seguramente aquella en que tomaron voz los protagonistas del pase, en una u otra dirección. De la encuesta surge que en el 60% de los casos el puesto laboral fue ofrecido (y no buscado inicialmente), y que en el 70% de los casos el cambio obedeció a un desafío personal (por sobre factores como remuneración, salir de la zona de confort, etc.).
Ese pase viene acompañado de un cambio de percepción sobre el nuevo sector, que se traduce en una dosis de realismo pero sobre todo de un know-how específico para identificar oportunidades de materializar cambios desde el nuevo rol.
Esto no llega sin nostalgia. Lo que más extrañan quienes pasaron a trabajar a gobierno es la flexibilidad y autonomía que tenían en sociedad civil para liderar una agenda propia.
Sin embargo también reafirman como un aspecto clave la seguridad económica (no sólo personal sino para ejecutar políticas con un presupuesto asignado) y ante todo, el sentir que con su trabajo están mejorando vidas. De modo similar, quienes pasaron a sociedad civil extrañan ese presupuesto pero reconocen la libertad y flexibilidad con la que se trabaja en el sector.
El Estado como escuela
Un tránsito por el Estado no le hace mal a nadie: ¡puede hacernos bien a todos!
De la encuesta surge que quieren atravesaron un cambio de sector se sienten mejor preparados para interactuar con el otro. ¿Y por qué nos interesa esto?
Lejos de tratarse de meras situaciones personales, entender mejor el rol del “otro” en un proceso de cocreación de una política, puede transformar el proceso y la calidad del resultado final.
Los que nos consideramos activistas del gobierno abierto sabemos que muchas veces la clave para que logremos incidir en una política es contar con un aliado del otro lado, o ir permeando, de a poco, en las complejas estructuras del Estado.
Solo para ir cerrando este artículo pero abriendo la conversación, compartimos algunas de las reflexiones que nos llevamos del taller:
- Desde ambos sectores se reconoce al Estado como el ámbito de mayor capacidad de transformación, no sólo en la agenda de gobierno abierto, sino en la prestación efectiva de servicios a todos los ciudadanos. El ámbito desde el cual se puede mejorar la vida de la gente. Si bien la sociedad civil siente que su trabajo es más lento que el del Estado, la burocracia conlleva una doble contradicción: capacidad de gran alcance pero procesos pesados.
- El hecho de que prevalezca un discurso de sociedad civil respecto a que “de ningún modo” trabajaría en gobierno debería llevarnos a problematizar la confianza en las instituciones, y no sólo en un gobierno de turno. La palabra “barro” para describir la administración pública surgió, y desde los dos sectores.
Trabajar en la administración pública no debería ser el “lujo” de algunos dispuestos a “embarrarse”. Muy por el contrario, el ámbito público tiene que parecerse lo más posible a un piso liso, llano e inclusivo, en el cual todos podamos movernos sin comprometer nuestra ética e integridad. Y allí es donde todavía tenemos mucho trabajo pendiente.
- Necesitamos (¡y por suerte en muchos países la tenemos!) una sociedad civil vigorosa, independiente y que amplíe las fronteras de quienes hoy hablamos sobre gobierno abierto, lo practicamos, lo impulsamos, lo defendemos. Y también sabemos que viene muy bien conocer de primera fuente qué es hacer política pública, porque aun cuando puede llevar a la frustración, cambia vidas y genera gratificaciones silenciosas.
- Nunca perdamos la empatía. Dice el Hagakure que “Cuando uno aprende a apreciar los puntos fuertes de los demás, cada persona puede volverse un maestro”. Ser exigentes en los procesos de cocreación solo puede ir acompañado de un profundo respeto entre las partes (¡y confianza, con un poco de suerte!).
El taller podría darnos material para escribir una tesis, y apostamos a continuar con esta conversación con todo lo que nos dejó #OGPArgentina para que, desde el humor y la práctica puedan ayudarnos a que este espacio de catarsis -que por momentos se asemejó a un grupo de autoayuda- sirva realmente para generar empatía y confianza en que la colaboración es posible y necesaria. Después de todo, sólo buscamos, por un ratito, ponernos en los zapatos del otro.
Agradecimientos especiales a quienes se sumaron a este espacio de debate: Susana Soto, Chino Carranza, Agus De Luca, Caroline Gibu, Ramiro Álvarez Ugarte, Marcos Mendiburu, Fer Araujo, Alonso Cerdán, Alberto Precht, Santiago García, Aída Martínez, Flor Coelho, Fabián Forestieri, Mechi de los Santos, Euge Braguinsky, Juani Belbis, Ruso Snitcofsky.
¡Gracias también a quienes respondieron la encuesta!
Notas de las autoras:
* Para los fines del taller, usamos los conceptos “sociedad civil” y “gobierno” de modo laxo. Podríamos pasar horas definiéndolos y profundizando en esta temática. También dejamos de lado conscientemente al universo “sector privado”, probablemente para un próximo taller 😉