De cada cuatro años a todos los días: Actualizando la Democracia
En la Unión Europea, hay muy poca confianza en las instituciones y no hemos sido capaces de responder a los retos políticos. Existe un miedo generalizado a los líderes políticos con falsas promesas, conservadores radicales y a los políticos que buscan impulsar prácticas antidemocráticas y secuestrar a los países con instituciones frágiles. Mi país, Hungría, es un ejemplo de ello.
Sin embargo, la verdadera amenaza para la democracia no son los políticos; ellos son solo indicadores de nuestros problemas. Estamos alcanzando un punto en la historia en el que quienes tienen toda la riqueza, la tecnología y el poder están completamente desconectados de la parte más importante del sistema: los ciudadanos. Aunque las tecnologías han transformado completamente la forma en la que operan las sociedades, procesamos información e interactuamos con los demás, la democracia ha sido capaz de transformarse para defender nuestros derechos y mejorar la gobernanza y la participación.
Hoy más que nunca necesitamos tener buenos gobiernos. Los beneficios de la apertura económica, la digitalización y la tecnología no han sido equitativos. En todo el mundo hay niveles extremos de desigualdad y éstos están causando tensiones muy fuertes. Todos los días, los ciudadanos se pierden en un mar de información que tienen que digerir y las instituciones no representan un modelo para ellos.
En veinte segundos podemos pedir un Uber, contratar a un asistente o rentar un departamento en cualquier lugar del mundo, pero no hemos desarrollado herramientas que ayuden a proteger los derechos de los choferes o del personal de limpieza o ayudar a quienes no pueden pagar un departamento. ¿En dónde está la aplicación que nos conecta a quienes están viviendo los mismos problemas que nosotros?
Veamos cómo funcionan las elecciones: sigue siendo la misma historia: boletas de papel con candidatos que no conocemos bien y que solamente nos piden nuestra opinión cada cuatro o cinco años. Es absurdo que los gobiernos tengan drones que pueden encontrar y eliminar a una persona en otro continente o que se estén desarrollando coches autónomos con la capacidad de tomar decisiones éticas por nosotros y, sin embargo, que los ciudadanos sigan teniendo los mismos derechos y procesos políticos que hace cincuenta años.
Los ciudadanos tienen que apropiarse de las instituciones públicas y deben tener más derechos y oportunidades de participar en las decisiones que afectan su vida. Esto no va a pasar de la noche a la mañana, pero la mejora de servicios públicos, el acceso a datos sobre gastos del gobierno y los modelos de participación local son buenos avances. Una vez que nos acostumbremos a opinar y participar, difícilmente podremos renunciar a este derecho. Ya que comprendamos que la democracia no es solamente un concepto que aprendemos en la escuela y que implica votar cada cuatro años, sino que es un componente de nuestras vidas diarias, entonces se integrará profundamente en nuestras sociedades. Sabemos que esta idea no está presente en muchos países de Europa central y occidental y que muchos políticos se benefician de ello.
Las sociedades cerradas y basadas en el autoritarismo, miedo, corrupción y un acceso dispar a los recursos no puede competir con la transparencia, la eficiencia en el uso de los recursos y la participación pública.
OGP es la organización mejor preparada para impulsar estos procesos. Para la Alianza es fundamental el principio de cocreación entre los gobiernos y la sociedad civil. A pesar de los altos y bajos que implica la cooperación y la aplicación de la ley, la participación de la sociedad civil permite que muchos compromisos sean implementados y monitoreados muy de cerca. Aunque muchas veces nos enfocamos en el impacto directo de los compromisos, hay algo más que debemos valorar de ellos: cada compromiso que se implementa es un pequeño pilar para la apertura y la democracia.
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