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La gente primero: un llamado a la sociedad civil

Paul Maassen|

Este blog es una adaptación del discurso que se dio en el Día de la Sociedad Civil en la Cumbre Global de Tiflis, Georgia el 17 de julio de 2018.

 

En el pasado día de la sociedad civil de finales del 2016, estábamos viviendo el inicio de una ola de populismo en Estados Unidos y en todo el mundo. Eran, y siguen siendo, tiempos difíciles. La migración, desigualdad, guerras comerciales y guerras reales, populismo y el debilitamiento de la democracia son retos que generan ansiedad y descontento en todo el mundo.

 

Muchos políticos demagogos han logrado llegar al poder y se han apropiado de los espacios de democracia, prometiendo mejorar la calidad de vida de las personas y fortalecer su identidad nacional. Pero la idea que han generado es que, por haber ganado las elecciones, tienen todo el derecho de hacer lo que quieran, para ellos mismos y para sus amigos.

 

Los mecanismos diseñados para vigilar la democracia pueden debilitar este modelo, por lo que les conviene eliminarlos. La polarización es parte de su modo de operar, generando un ambiente de “ellos contra nosotros”. “Nosotros” impulsamos la agenda y “ellos” pueden hacer lo que quieran si es que ganan la próxima vez. Probablemente no van a ganar porque, mientras tanto, las reglas de las elecciones habrán cambiado.

 

“Yo gané, así que yo decido”. Este modelo está en contra del principio que dice que quien está en el poder debe proteger los intereses de todos. Además, debilita los valores de inclusión y diversidad y la idea que los intercambios constructivos de diferentes experiencias, incluso cuando son incómodos, es algo positivo y puede resultar en una mejor relación y mejores acuerdos.

 

Cuando existe confianza y respeto, los conflictos pueden ser productivos. En un contexto de desconfianza y miedo, las críticas son rechazadas por no ser creíbles, legítimas o leales.

 

Es aquí donde entran los principios de OGP y la convicción que la inclusión, el diálogo y las alianzas son fundamentales, a pesar de ser difíciles de lograr y que la participación ciudadana es necesaria para lograr mejores gobiernos y mejores sociedades para todos.

 

Tal vez debemos dejar de hablar de gobiernos abiertos o cerrados, y empezar a hablar de gobiernos excluyentes que se enfocan en los intereses de unos cuantos y gobiernos incluyentes que se preocupan por todos. Desde el principio, la sociedad civil ha sido la fuente principal de energía e innovación para OGP y ha ayudado a moldear y cumplir con su promesa, muchas veces en condiciones políticas y financieras difíciles.

 

La más reciente encuesta de la sociedad civil nos dice que hemos logrado avances importantes en el proceso y contenido de los planes de acción. La cantidad de planes de acción que incluyen todas las prioridades de la sociedad civil se han duplicado y el número de compromisos estelares por plan de acción han aumentado en 50%. Además, según los encuestados, su nivel de participación en los planes de acción es satisfactorio, más allá de solamente ser informados o consultados y ha aumentado en más de 50%. Estos son resultados positivos pero que nos llevan a nuevas preguntas. ¿Somos suficientemente ambiciosos? El 93% de los compromisos no son estelares, la mayoría de ellos no por su nivel de implementación, sino de ambición, relevancia o especificidad. ¿Somos suficientemente incluyentes? La cantidad de actores de la sociedad civil y de gobierno ha aumentado constantemente, pero aún no contamos con suficiente representatividad de mujeres, jóvenes y minorías. ¿Estamos jugando el papel que debemos jugar? Y lo más importante: ¿estamos logrando crear las reformas que la gente necesita?

 

Exigimos que los gobiernos sean más transparentes y participativos y que rindan cuentas. Ahora, los gobiernos nos están cuestionando y exigiendo transparencia y rendición de cuentas sobre nuestra credibilidad, representatividad y legitimidad.

 

Aunque estas acusaciones, en ocasiones, tienen motivos políticos, es probable que tengan algo de cierto. Si para la gente el idealismo progresivo es elitista, si no confían en las instituciones, si los políticos que dicen “yo gané, así que yo decido” ganan las elecciones. ¿Qué podemos decir?

 

No solamente somos víctimas del debilitamiento del espacio cívico. Debemos ser críticos y evaluar qué papel tenemos en este desastre y tomar la responsabilidad de sacarnos de él.

 

Necesitamos analizar nuestro papel y nuestra legitimidad. Debemos ser más transparentes y rendir cuentas. Además, debemos responder a los ataques que nos alejan de nuestro trabajo. Debemos ser líderes de excelencia para mucho más que la participación ciudadana, no porque nos cuestionen sino porque es importante volver a nuestros principios y reconectarnos con nuestros inicios.

 

Imaginemos cuál podría ser nuestro papel dentro de cinco años, tanto al interior como fuera de OGP.

 

La idea es sencilla. Debemos ser mucho más abiertos de lo que somos, sobre cuál es nuestra agenda y por qué y quién nos dirige y financia. Rindamos cuentas y seamos apartidistas.

 

Así abordaremos la transparencia y la rendición de cuentas. El tema de participación es más complejo.

 

Si el gobierno abierto busca regresar a la gente al centro del gobierno, nuestra ambición debe ser impulsar este esfuerzo, incluyendo regresar a la gente al centro de la sociedad civil.

 

Para mí, hay tres oportunidades.

 

Debemos anclar nuestra agenda en las necesidades y prioridades locales. Debemos buscar comprender la raíz del descontento ciudadano y demostrar por qué nuestro trabajo es relevante para la gente. Debemos poder explicar por qué nuestra agenda, a la que han llamado de “élites”, en realidad es la agenda de la gente.

 

Debemos hacer mucho más para permitir la acción ciudadana. La gente quiere ser escuchada y participar. La sociedad civil de OGP ha demostrado que es capaz de crear oportunidades para la participación ciudadana y la capacidad de respuesta de los gobiernos. Podemos seguir siendo agentes de diálogo y acción (dentro y fuera de OGP) entre diferentes ideologías.

 

Debemos aprovechar la energía de los movimientos ciudadanos para generar reformas de largo plazo. Países como Corea del Sur y Armenia han impulsado cambios ambiciosos. Han sido capaces de generar inercia, canalizar la frustración y comunicar lo que la gente no quiere. En Guatemala y Corea del Sur derrocaron a políticos y en Malasia y Rumanía desenmascararon actos de corrupción. Sin embargo, hay menos capacidad de mantener la etapa post-revolución y de transformar esa energía de corto plazo en cambios de largo plazo. Es aquí donde la sociedad civil puede entrar.

 

Si seguimos como hasta ahora, pronto podríamos quedar eliminados. En los próximos cinco años, debemos innovar, facilitar y promover mucha más participación de la gente, de manera que logren fortalecer las sociedades en las que viven. Debemos lograr que las manifestaciones y el enojo se transformen en participación y acción.

 

 

Seguiremos vigilando, molestando y apoyando. Ofreciendo ayuda y exigiendo.

 

La buena noticia es que no tenemos que empezar desde cero. Esta semana vamos a escuchar sobre iniciativas y resultados que ustedes ayudaron a crear. Los buenos ejemplos son solo el primer paso.

 

Esta es la pregunta que quiero que se lleven a sus casas: ¿Cómo podemos reinventarnos y recargarnos para adaptarnos al futuro?

 

La próxima vez que nos reunamos, quiero que estemos llenos de energía, inspiración y legitimidad. Juntos, hemos invertido en la inclusión y en la participación, dentro y fuera de OGP, haciendo que la participación ciudadana beneficie a los gobiernos, a los ciudadanos y a nosotros mismos.

 

Los gobiernos abiertos, incluyentes y diversos que atienden las prioridades de las personas a través del diálogo y los acuerdos lograrán fortalecer la credibilidad en los gobiernos y en la sociedad civil.  

 

 

En el pasado día de la sociedad civil de finales del 2016, estábamos viviendo el inicio de una ola de populismo en Estados Unidos y en todo el mundo. Eran, y siguen siendo, tiempos difíciles. La migración, desigualdad, guerras comerciales y guerras reales, populismo y el debilitamiento de la democracia son retos que generan ansiedad y descontento en todo el mundo.

 

Muchos políticos demagogos han logrado llegar al poder y se han apropiado de los espacios de democracia, prometiendo mejorar la calidad de vida de las personas y fortalecer su identidad nacional. Pero la idea que han generado es que, por haber ganado las elecciones, tienen todo el derecho de hacer lo que quieran, para ellos mismos y para sus amigos.

 

Los mecanismos diseñados para vigilar la democracia pueden debilitar este modelo, por lo que les conviene eliminarlos. La polarización es parte de su modo de operar, generando un ambiente de “ellos contra nosotros”. “Nosotros” impulsamos la agenda y “ellos” pueden hacer lo que quieran si es que ganan la próxima vez. Probablemente no van a ganar porque, mientras tanto, las reglas de las elecciones habrán cambiado.

 

“Yo gané, así que yo decido”. Este modelo está en contra del principio que dice que quien está en el poder debe proteger los intereses de todos. Además, debilita los valores de inclusión y diversidad y la idea que los intercambios constructivos de diferentes experiencias, incluso cuando son incómodos, es algo positivo y puede resultar en una mejor relación y mejores acuerdos.

 

Cuando existe confianza y respeto, los conflictos pueden ser productivos. En un contexto de desconfianza y miedo, las críticas son rechazadas por no ser creíbles, legítimas o leales.

 

Es aquí donde entran los principios de OGP y la convicción que la inclusión, el diálogo y las alianzas son fundamentales, a pesar de ser difíciles de lograr y que la participación ciudadana es necesaria para lograr mejores gobiernos y mejores sociedades para todos.

 

Tal vez debemos dejar de hablar de gobiernos abiertos o cerrados, y empezar a hablar de gobiernos excluyentes que se enfocan en los intereses de unos cuantos y gobiernos incluyentes que se preocupan por todos. Desde el principio, la sociedad civil ha sido la fuente principal de energía e innovación para OGP y ha ayudado a moldear y cumplir con su promesa, muchas veces en condiciones políticas y financieras difíciles.

 

La más reciente encuesta de la sociedad civil nos dice que hemos logrado avances importantes en el proceso y contenido de los planes de acción. La cantidad de planes de acción que incluyen todas las prioridades de la sociedad civil se han duplicado y el número de compromisos estelares por plan de acción han aumentado en 50%. Además, según los encuestados, su nivel de participación en los planes de acción es satisfactorio, más allá de solamente ser informados o consultados y ha aumentado en más de 50%. Estos son resultados positivos pero que nos llevan a nuevas preguntas. ¿Somos suficientemente ambiciosos? El 93% de los compromisos no son estelares, la mayoría de ellos no por su nivel de implementación, sino de ambición, relevancia o especificidad. ¿Somos suficientemente incluyentes? La cantidad de actores de la sociedad civil y de gobierno ha aumentado constantemente, pero aún no contamos con suficiente representatividad de mujeres, jóvenes y minorías. ¿Estamos jugando el papel que debemos jugar? Y lo más importante: ¿estamos logrando crear las reformas que la gente necesita?

 

Exigimos que los gobiernos sean más transparentes y participativos y que rindan cuentas. Ahora, los gobiernos nos están cuestionando y exigiendo transparencia y rendición de cuentas sobre nuestra credibilidad, representatividad y legitimidad.

 

Aunque estas acusaciones, en ocasiones, tienen motivos políticos, es probable que tengan algo de cierto. Si para la gente el idealismo progresivo es elitista, si no confían en las instituciones, si los políticos que dicen “yo gané, así que yo decido” ganan las elecciones. ¿Qué podemos decir?

 

No solamente somos víctimas del debilitamiento del espacio cívico. Debemos ser críticos y evaluar qué papel tenemos en este desastre y tomar la responsabilidad de sacarnos de él.

 

Necesitamos analizar nuestro papel y nuestra legitimidad. Debemos ser más transparentes y rendir cuentas. Además, debemos responder a los ataques que nos alejan de nuestro trabajo. Debemos ser líderes de excelencia para mucho más que la participación ciudadana, no porque nos cuestionen sino porque es importante volver a nuestros principios y reconectarnos con nuestros inicios.

 

Imaginemos cuál podría ser nuestro papel dentro de cinco años, tanto al interior como fuera de OGP.

 

La idea es sencilla. Debemos ser mucho más abiertos de lo que somos, sobre cuál es nuestra agenda y por qué y quién nos dirige y financia. Rindamos cuentas y seamos apartidistas.

 

Así abordaremos la transparencia y la rendición de cuentas. El tema de participación es más complejo.

 

Si el gobierno abierto busca regresar a la gente al centro del gobierno, nuestra ambición debe ser impulsar este esfuerzo, incluyendo regresar a la gente al centro de la sociedad civil.

 

Para mí, hay tres oportunidades.

 

Debemos anclar nuestra agenda en las necesidades y prioridades locales. Debemos buscar comprender la raíz del descontento ciudadano y demostrar por qué nuestro trabajo es relevante para la gente. Debemos poder explicar por qué nuestra agenda, a la que han llamado de “élites”, en realidad es la agenda de la gente.

 

Debemos hacer mucho más para permitir la acción ciudadana. La gente quiere ser escuchada y participar. La sociedad civil de OGP ha demostrado que es capaz de crear oportunidades para la participación ciudadana y la capacidad de respuesta de los gobiernos. Podemos seguir siendo agentes de diálogo y acción (dentro y fuera de OGP) entre diferentes ideologías.

 

Debemos aprovechar la energía de los movimientos ciudadanos para generar reformas de largo plazo. Países como Corea del Sur y Armenia han impulsado cambios ambiciosos. Han sido capaces de generar inercia, canalizar la frustración y comunicar lo que la gente no quiere. En Guatemala y Corea del Sur derrocaron a políticos y en Malasia y Rumanía desenmascararon actos de corrupción. Sin embargo, hay menos capacidad de mantener la etapa post-revolución y de transformar esa energía de corto plazo en cambios de largo plazo. Es aquí donde la sociedad civil puede entrar.

 

Si seguimos como hasta ahora, pronto podríamos quedar eliminados. En los próximos cinco años, debemos innovar, facilitar y promover mucha más participación de la gente, de manera que logren fortalecer las sociedades en las que viven. Debemos lograr que las manifestaciones y el enojo se transformen en participación y acción.

 

 

Seguiremos vigilando, molestando y apoyando. Ofreciendo ayuda y exigiendo.

 

La buena noticia es que no tenemos que empezar desde cero. Esta semana vamos a escuchar sobre iniciativas y resultados que ustedes ayudaron a crear. Los buenos ejemplos son solo el primer paso.

 

Esta es la pregunta que quiero que se lleven a sus casas: ¿Cómo podemos reinventarnos y recargarnos para adaptarnos al futuro?

 

La próxima vez que nos reunamos, quiero que estemos llenos de energía, inspiración y legitimidad. Juntos, hemos invertido en la inclusión y en la participación, dentro y fuera de OGP, haciendo que la participación ciudadana beneficie a los gobiernos, a los ciudadanos y a nosotros mismos.

 

Los gobiernos abiertos, incluyentes y diversos que atienden las prioridades de las personas a través del diálogo y los acuerdos lograrán fortalecer la credibilidad en los gobiernos y en la sociedad civil.  

 
Open Government Partnership